Se fue el mosquito

Ayer asistimos a la última picadura del mosquito, el día en que un grande de la raqueta como Juan Carlos Ferrero dejaba el mundo del tenis después de 14 años como profesional. Nico Alamagro tuvo el "honor" de ser su último rival, y una ciudad amiga y que tanto ha significado para él, de hecho es la capital de su pueblecito (Onteniente) fue el escenario ideal para tan tan emocional y a la vez amargo momento, el de la retirada. Juan Carlos siempre fue un ejemplo de superación para todos los tenistas, un jugador que formó parte de los mejores equipos españoles de Copa Davis y, por ende, de la mejor generación de tenistas que ha tenido este país. Se trataba de un jugador todoterreno, que supo evolucionar en distintas superficies, algo que tuvieron que hacer muchos tenistas españoles de su generación que siempre recibieron el calificativo de "jugadores de tierra batida". Juan Carlos abrió el camino, demostrando que se podía competir en otras superficies, aunque sus éxitos en superficies duras o en hierba se contasen con los dedos de una mano. De hecho, su mayor logro, además de su gran victoria en Roland Garros de 2003, ante el sorprendente y gigantón holandés Martin Verkerk, fue una final del US Open perdida ante el sacador Roddick. Tampoco le fueron mucho mejor las cosas en la hierba londinense, unos cuartos fueron su mejor aval, aunque la hierba siempre fue territorio esquivo para los españoles, hasta la llegada de Nadal, ya que Federer, Sampras y Roddick monopolizaron los títulos durante la época de Ferrero. Sus mayores éxitos vinieron en la Copa Davis, competición que ganó en tres ocasiones y de la que fue protagonista primordial de los éxitos de esta gran generación. Ahora nos dice adiós, pero sus gestas y su gran dedicación a este deporte le acompañarán siempre, y su huella permanecerá indeleble el resto de su vida y después de ella. ¡Hasta siempre maestro!