Quién lo iba a decir, pero sí, es verdad, los Knicks son el equipo que más ha sorprendido en este arranque de temporada. De hecho, fue el último equipo invicto, hasta que llegó esa primera derrota en la cancha de los Grizzlies, propiciada por el cansancio acumulado, habían ganado la noche anterior ante los Spurs en el Alamo. El equipo de Woodson por fin ha conseguido crear un núcleo potente, y lo más importante es que la gente veterana está colaborando como nunca. Rasheed Wallace, tras dos temporadas apartado, está rindiendo a un gran nivel, y sus 8 puntos, su intensidad defensiva y su saber estar, marcan la diferencia, también su mano desde el perímetro, aunque sigue sin "callar" y la lengua le sigue perdiendo. Jason Kidd está jugando mejor que el año pasado, y sigue robando balones, enchufando triples y distribuyendo juego a pesar de sus 39 castañas. Un lujo de jugador que, actualmente, es segundo en asistencias y robos, lejos del inalcanzable, para él y para cualquier jugador que llegue, John Stockton. Por lo que respecta a los otros dos veteranos de lujo, Camby y Kurt Thomas, no están gozando de muchos minutos, pero su contribución para hacer grupo está fuera de toda duda. Con esto, y el juego espectacular de Melo Anthony, la presencia interior de un hombre de doble-doble como Chandler, un base resolutivo como Felton, más un tirador como JR Smith, los Knicks pueden llegar lejos, y aún falta Amare, al que se espera en un par de semanas. Pensar que puedan llegar a una final de conferencia no es una quimera, dependerá de los cruces y de su posición con respecto al factor cancha, eso sí, los Heat parecen estar un escalón por encima, aunque nadie podrá negar que los Knicks tienen razones para el optimismo y que la gente vuelve a vibrar con el equipo y la posibilidad de ganar un anillo, algo que no sucede desde aquellas finales del 94 contra Rockets (perdidas en el séptimo choque tras el triple errado por Starks at the buzzer en el sexto), y aquellas del año del asterisco, perdidas ante Spurs en el 1999.